El verano no grita, susurra. Habla en clave de sombra fresca, platos ligeros y esa copa que aparece justo cuando baja el sol. Más que una bebida, el vino se convierte en un gesto —pequeño, elegante— que acompaña los días largos y las conversaciones sin guion.
Pero no cualquier vino. Hay etiquetas que entienden la temporada como un estado de ánimo, no como una estación. Y Emilio Moro, desde el corazón de España, propone cuatro maneras distintas de habitar el verano.

🍃 Picnic con estética natural: El Zarzal
Una botella ligera, cítrica, floral. Ideal para acompañar fruta, quesos suaves y la idea de que no hace falta gran cosa para vivir bien. Godello joven que no necesita explicación, solo una hielera cerca.
🔥 Fuego controlado: Malleolus
Si el plan incluye brasas, carnes o verduras chamuscadas con intención, este tinto entra al juego con estructura. Serio pero no solemne. Como un vestido negro con sandalias: inesperadamente perfecto.

🍣 Noche con sushi, sake opcional: La Revelía
Fermentado en barrica, mineral, afilado. Es un godello que no se deja opacar por wasabi ni jengibre. Tiene la elegancia precisa para maridar conversaciones largas y rolls que no vienen con soya genérica.
🌸 Atardecer en slow motion: Elalba
Rosado de color tenue, aroma floral y espíritu contemplativo. Acompaña cielos dorados, playlists suaves y la sensación de que todo está bien por un rato. Incluso si el mar está a kilómetros.

Verano no es una estación, es una actitud
Hay veranos en la playa, en la ciudad, en una terraza o con los pies en una alberca inflable. Lo importante es el ritmo. Y el vino adecuado. Porque elegir bien también es un lujo.
